Al observar por televisión el desarrollo de un noticiero donde se exponía la labor realizada durante los últimos meses por muchos profesionales de distintos países ante los cada vez más repetidos desastres ocurridos en varias partes del mundo como consecuencia del recalentamiento global, se me ocurrió compartir con ustedes un tema que de seguro les ha tocado de alguna manera; ya sea directamente, o por medio de un familiar cercano, o de una persona allegada.
¿Quiénes son los llamados indispensables en una organización?
Se trata de aquellos, o aquellas profesionales que deben cumplir con riesgosas tareas durante el desarrollo de su jornada laboral, y quienes en contadas ocasiones deciden dedicar parte de su tiempo libre al estudio para adquirir importantes competencias dentro y fuera de su entorno laboral, y el presidente de la empresa u organismo, el gerente, director, su jefe inmediato, o supervisor le coarta sus aspiraciones de superación personal con el pretexto de que es “indispensable” para la organización.
Estos casos; aún muy comunes, me hacen recordar una situación que en lo personal viví hace ya varias décadas, cuando traté de dedicarle tiempo al estudio. Un intento que produjo efectos similares a los de alguien que en veloz carrera se estrella de frente contra un muro de concreto armado. Los efectos de este tipo de choque son muy dolorosos, aunque en este caso planteado no se observen heridas ni moretones, ya que los efectos se detectan a través de los resultados del rendimiento del afectado en sus relaciones laborales.
Gracias a Dios, existe una cura infalible contra esos efectos, y es la capacidad de resiliencia de cada quién; mientras más resiliente sea la persona afectada, más rápido curará sus heridas y reintentará la forma de alcanzar sus metas y objetivos con más fuerza en el futuro.
Una experiencia propia vivida
En esa oportunidad mi jefe directo, a quien recuerdo como un excelente líder, en forma cortés; luego de haberse enterado de mi inscripción en una universidad privada para cursar estudios de derecho, me entregó un sobre cerrado donde se encontraban las instrucciones de una importante misión que debía cumplir a muchos kilómetros de donde se encontraba mi sitio de trabajo habitual. Este sobre no podía ser abierto por mí, sino únicamente por su destinatario.
Todo marchó muy bien hasta que llegué a mi destino, creyendo que la misión sería cumplida solo con entregar dicho sobre, y esperar que su destinatario lo leyera, y me diera una respuesta para mi jefe. En efecto recibí una respuesta, la cual produjo la gran sorpresa de mi vida: se trataba de mi traslado inmediato, a una población ubicada a casi 800 kilómetros de donde había partido, y donde no conocía a persona alguna.
Fue tanta la sorpresa, que sentí que todo el plan de vida que me había trazado se desmoronaba ante mí; pero como un buen profesional y amante de mi carrera, continué cumpliendo con todas mis funciones y actividades laborales. Luego de más de cuatro décadas de aquél episodio, y dedicado a una de mis pasiones: la docencia universitaria, recuerdo este pasaje de mi vida como una enseñanza importante, aunque en realidad no me dediqué al estudio del derecho como lo tenía pensado en un principio. Lo que más me llama la atención es que transcurridas más de cuatro décadas, esta empresa aún funciona sin mi presencia y sin mi trabajo, corroborando el dicho: los hombres pasan, y las instituciones perduran.
Por qué nos convertimos en indispensables
En algunos casos hay personas interesadas por adquirir nuevas competencias profesionales; mientras que en otros casos lo hacen “por obligación”, para alcanzar un nuevo peldaño en su carrera, demostrándose así que lo más importante para que las personas puedan lograr sus metas, alcanzar sus objetivos y disfrutar de sus logros es la motivación. Si no existe la motivación, ningún esfuerzo que se intente realizar valdrá la pena.
Hay quienes caminan con una mirada baja, los hombros caídos, y una clara demostración de derrota en sus vidas debido a que no han tenido la oportunidad de superarse por el hecho de que deben cumplir sus funciones y responsabilidades “claves” dentro de una organización o empresa; catalogadas como “personas de confianza”, “elementos claves para el éxito de la misión y el logro de los objetivos”, esto los ubica en un pedestal como “miembros indispensables”, sin cuyo trabajo y dedicación los resultados no serían los mismos, o la empresa u organización se derrumbaría.
Cada vez que estoy ante esos casos, no sé si soltar una carcajada, sentir enojo, o tristeza porque entiendo lo que los “indispensables” están sintiendo. Pero…siempre hay una salida inteligente; siempre existe una solución, y se trata simplemente de optar por otro medio, otro camino, otro sistema que no afecte sus ingresos ni su posición dentro de las organizaciones con las que mantienen una relación laboral estable que garantiza el sustento de sus familias y un estatus importante dentro de la sociedad: se trata de aprender a desaprender.
Finalmente, mi reconocimiento a las y los “indispensables” que día a día dan lo mejor de sí en cada organización, en cada empresa, organismo o institución para el cumplimiento de la misión, objetivos estratégicos y visión de estas.
Además de reconocerles, quiero compartir una reflexión final, adaptada a muchos casos de la vida real: se trata del mecánico automotriz cuyos servicios fueron requeridos para la reparación de un costoso vehículo donde viajaba un importante personaje, y quien al atender al llamado que le hicieron, y estar frente al mismo, tomó una de las herramientas de mano que llevaba en uno de sus bolsillos para simplemente apretar un tornillo que estaba flojo, y era el causante de la falla.
Esta tarea le llevó pocos minutos, y fue realizada en presencia de este importante personaje, quien de no ser por sus servicios llegaría tarde a una reunión de alto nivel. Finalizada la reparación llegó el momento del pago de la cuenta, y al notar la exorbitante cantidad que estaba cobrando por el servicio recibido, el personaje dueño de dicho vehículo; con el fin de regatear, le preguntó que por qué cobraba una tarifa tan alta por sus servicios, si únicamente había apretado un tornillo, y cualquier persona lo podía hacer.
La respuesta del mecánico automotriz fue muy sencilla: no le estoy cobrando por apretar un tornillo, sino por saber cuál era el tornillo que debía apretar; y eso, estimado amigo, no lo sabe cualquier persona. Para saberlo se necesitan años de estudio, preparación, constancia y sacrificios en mi profesión.
De ahora en adelante, cuando en tu organización te digan que eres “indispensable”, recuerda que los indispensables son “el puente” que permite cruzar el río turbulento de los riesgos y amenazas para una organización o empresa, y conecta a dichas empresas y organizaciones con el logro de las metas y objetivos. Eso se llama: ser indispensable.
Envíame tus comentarios. Te espero en una próxima entrega.
Hasta pronto.