El título de este episodio nos transporta indefectiblemente a cualquier espacio donde se agrupa todo tipo de individuos por diversas causas; algunos por necesidad, otros por gusto; unos lo harán por algún interés, y por último están quienes lo hacen por compromiso. Sea cualesquiera la causa, siempre hay un motivo; y ese motivo solo es conocido en la individualidad intrínseca de cada quién. Estamos allí por alguna razón; y aunque parezca increíble, a veces estamos en esos sitios, sin razón alguna por el hecho complejo de que vivimos en sociedad; somos parte de ella, y nos comportamos según las reglas que cada una de estas sociedades nos dicte.
¿Qué nos caracteriza como seres humanos?
Somos gregarios; somos predecibles y contamos con la capacidad de resolver situaciones o problemas nuevos. Somos simplemente seres humanos. Una simpleza tan grande, que nos diferencia del resto de los seres vivos con los que hemos tenido el valor de compararnos: los animales, los cuales actúan por instinto; que no razonan, y según los estudiosos, solo reaccionan, y esas reacciones se convierten en una conducta; conducta muy diferente a la nuestra, ya que nuestra conducta es producto de un complejo sistema de funciones, de relaciones y procesos que realizamos de forma mecánica, y que casi nunca nos detenemos a estudiar.
Hablemos un poco acerca de esta capacidad del ser humano llamada inteligencia. Para ello es necesario primero describir algunas de las características que distinguen al ser humano. ¿Sabes cuáles son? Por supuesto que tu respuesta será que sí, que sí conoces cuáles son las características de los seres humanos; ya que tú también eres un ser humano.
Basta que te pares frente al espejo y te hagas las siguientes preguntas: ¿realmente existo?; ¿vivo en una comunidad?; ¿mis actuaciones son producto de una realidad determinada?; ¿estoy lleno de posibilidades a través de medios, de bienes o riquezas para hacer las cosas?; ¿formo parte de la naturaleza?; ¿realmente soy lógico, o lógica, y actúo en forma razonable? Sean cualesquiera tus respuestas, te felicito porque estás en sintonía con los contenidos que estamos a punto de compartir. La cuestión está en incentivarte para que hagas una introspección retrospectiva y corrijas algún comportamiento en ti que no consideres cónsono.
¿Siempre tenemos la razón?
Aplica como técnica, la de dos personas que se encuentran una, al frente de la otra; y entre ambas hay un número que apunta hacia las dos. Dicho número tiene; según las dos orientaciones, dos valores distintos: una persona lo verá como el número seis, y la otra como el número nueve; pero ambas dicen y aseguran que tienen la razón con respecto al valor de dicho número. Así como con estas dos personas ocurre con nosotros: siempre creemos tener la razón y pensamos en que el resto de la humanidad está equivocada. Sea cual fuere el caso, y el resultado obtenido, no trates de cambiar tú solo, o sola el mundo; respira profundo, analiza y anota tus conclusiones para decidir cuál será el próximo paso que darás.
¿Cómo es nuestra realidad?
Dejemos atrás estas reflexiones y volvamos a nuestro tema: la inteligencia. A través de las respuestas que de seguro has dado a las anteriores interrogantes te darás cuenta de la realidad en que vives; y no se trata de la realidad de este preciso momento, sino aquella en la que has vivido durante toda tu vida: una realidad social, política, económica, sentimental, anímica, de salud, religiosa, espiritual, y pare usted de contar; ya que cada aspecto de nuestras vidas se relaciona con estas y otras realidades que no hemos nombrado.
Todas estas realidades se relacionan con necesidades; necesidades que debemos y estamos obligados a atender para continuar viviendo, ya que de esto se trata la vida más allá de los logros, satisfacciones y alegrías que podamos experimentar ya sea en lo individual o colectivo.
¿Qué tipo de persona soy?
Entre las interrogantes que mencioné anteriormente se encuentra la siguiente: ¿realmente soy lógico, o lógica, y actúo en forma razonable? Para muchos de nosotros, el término razonable lo comparamos con ser ecuánime, y sus sinónimos: neutral, imparcial, justo, equitativo, objetivo, sereno, juicioso, o moderado; pero cuando profundizamos en el mismo encontramos que razonar es discurrir ordenando las ideas en nuestra mente para llegar así a una conclusión; de allí que el razonamiento es una operación mental que nos permite establecer la correspondencia entre conceptos que se relacionan entre sí, a través de juicios. Conforme a lo expresado, la razón es la capacidad del ser humano de hacer inferencias lógicas para acceder al conocimiento del mundo que le circunda; esto le permite conocer lo real, más allá de la percepción sensorial.
La estimulación de los sentidos y la percepción razonada
A través de la estimulación de los sentidos; la cual se relaciona con el acto instintivo, logramos la aprehensión. Luego de dicha aprehensión, logramos formar juicios basados en el análisis que realizamos en función de conocimientos previos, vivencias, experiencias y valores. De allí llegamos a definir y dividir el objeto mental que concebimos de acuerdo con los medios o instrumentos que tenemos a disposición para conocerlo. La aprehensión, el juicio, y la definición y división del objeto mental son las operaciones intelectuales necesarias para realizar el razonamiento. Gracias al razonamiento actuamos en forma razonable.
La percepción razonada, originada en el sistema nervioso central y parte del cerebro genera un estado, una situación y una condición subjetiva que define la conducta; la conducta, definida como toda actividad humana que es observada por otra persona; la manera de proceder de una persona con relación a la moral o las reglas sociales, o la manera en que las personas gobiernan sus vidas, constituye lo que se denomina un sistema dialéctico y significativo intersistémico, e intrasistémico que está en constante interacción e involucra la modificación del individuo, de su entorno social y la transformación de su mundo interno. Ella (la conducta), se manifiesta en el cuerpo y la mente del individuo, al igual que su mundo externo.
La conciencia, la memoria y el razonamiento
Además de la conducta encontramos a la conciencia: una función que integra datos psíquicos de tipo objetivo, intelectual y emocional que relaciona al pasado y al futuro, e integra al tiempo, al sujeto y al espacio en forma significativa para auto-representar el conocimiento y el pensamiento, a través del cerebro. La conciencia está orientada por la atención, que puede ser voluntaria o premeditada, o también involuntaria o impremeditada. La atención se caracteriza por la estabilidad, el estado de alerta y el volumen de atención. Por otra parte, los factores afectivos, las necesidades e intereses que estructuran el campo interno; así como la intensidad, la novedad, la organización estructural del campo perceptivo son factores determinantes de la atención.
Un importante elemento que determina la conducta es la memoria, que comprende la entrada, el registro, codificación y el mantenimiento de información; así como la salida de esta información en forma de conducta. Durante la entrada, el registro y la codificación, la información puede sufrir modificaciones sustanciales que se manifiestan al momento de ser reproducidas. La memoria puede ser entendida como la impresión, retención y reproducción de huellas o trazas de experiencias anteriores que le permite al ser humano acumular información basada en indicios que desaparecen al momento de desaparecer los fenómenos que le dieron origen.
Luego de hablar del razonamiento, de las operaciones intelectuales que son necesarias para que este se realice, de la percepción razonada, la conducta, la conciencia, la atención y la memoria, llegamos al término que dio origen al presente capítulo: la inteligencia. Esa capacidad del ser humano para resolver nuevos problemas por medio del pensamiento, que como dije antes puede ser fluida: entendida como la capacidad de formar y relacionar conceptos.
La inteligencia
La inteligencia es de origen biológico, libre del nivel de estudios del individuo, aumenta con la madurez del sistema nervioso central hasta que el individuo alcanza la adolescencia, y comienza a disminuir lentamente después de esta etapa del desarrollo. La inteligencia también puede ser consolidada: constituida por los conocimientos acumulados, es de origen ambiental, depende del nivel cultural de la sociedad a la cual pertenezca el individuo, de su nivel de escolarización y no disminuye con la edad como ocurre con la inteligencia fluida.
Existen aún muchos detalles importantes acerca de la inteligencia que cada día van aflorando como consecuencia del avance de las investigaciones científicas y de la tecnología, como por ejemplo los estudios realizados en 1983 por Howard Gardner acerca de las inteligencias múltiples, y de lo que casi todo el mundo habla en la actualidad, y me refiero a la Inteligencia Artificial; que, a pesar de haberse iniciado en la década de los años 40 por Alan Turing, hoy en día está al alcance de la mano, por medio de los distintos dispositivos móviles, software y aplicaciones que han surgido recientemente, y cuyo futuro está rodeado de incertidumbre debido a sus alcances, resultados y consecuencias que no han sido posible medir, ya que su desarrollo es extremadamente acelerado.
La palabra hablada, y la palabra escrita
Volviendo al título de nuestro capítulo: “mientras unos hablan, otros escriben; unos callan… pero todos escuchan”, encontramos que cuando de expresarnos a través de la palabra hablada todos quieren exponer sus intenciones, planes, proyectos, sus necesidades, objetivos y metas; todos queremos y necesitamos ser escuchados más que oídos; ya que muchas personas oyen, pero pocas escuchan, y todo se debe a que oír es la acción de percibir los sonidos o lo que alguien dice, a través del sentido del oído; mientras que escuchar es prestarle atención a lo que alguien oye; es hacer caso, prestarle atención.
Ya que conoces la diferencia entre una y otra te pregunto: ¿Hasta ahora crees que has oído, o escuchado el tema de nuestra conversación? En ambos casos, la diferencia de ambas percepciones está marcada por la atención, de la cual hablamos ya hace un rato. Además de oír y de escuchar, encontramos la representación de las ideas a través de palabras, de números, de notas musicales mediante el uso de letras, números u otros signos gráficos que se trazan a través del uso de instrumentos adecuados en distintos soportes.
Tanto la palabra hablada como la escrita requiere de una correcta interpretación que es aprendida gracias a las convenciones establecidas por cada sociedad a través del idioma que adopte. Así como para muchos se hace difícil hablar en público, o ante un grupo de personas, para otros se hace difícil escribir; cada vez que la situación lo amerita, tomar un lápiz y un papel, o simplemente sentarse al frente al teclado de una computadora, de una tableta, de un iphone, o un teléfono android para expresarlos en forma escrita, la situación se torna confusa, lejana y muchas veces inalcanzable. La mente se nubla y las ideas desaparecen por un cierto período de tiempo, hasta que poco a poco van llegando de nuevo para conformar palabras, oraciones, párrafos y por fin, el producto deseado: una composición o ensayo, una exposición, un informe, o cualquier escrito que nos sea solicitado.
Hace un tiempo comenté con alguien mis intenciones de comenzar a escribir un libro, y le invité para que lo escribiéramos juntos. En ese momento comenzó a exponer una serie de excusas que, aunque para el momento consideró razonables, no terminaron de convencerme: una manera bastante diplomática de decir rotundamente, no, ya que según lo expresó, había “perdido” la práctica de la escritura. Si a esto no se le puede llamar miedo escénico: ¿cómo se le puede llamar? Posteriormente comprendí que para esta persona era más fácil hablar que escribir; pues, de hecho, su fuerte era la locución y no la escritura, ya que tenía un programa radial en una emisora local de la ciudad, y ya había logrado gran aceptación, fama y reconocimiento entre quienes escuchaban su programa.
De allí que también comprendí que cada persona tiene sus medios preferidos para hacer llegar sus mensajes. En mi caso, combino la escritura con la palabra hablada, a través de mi poscat, y los contenidos publicados a través de mi página web: juliancarreno.com.
Si has llegado hasta este momento ya sea leyendo mis contenidos, o escuchando este episodio, es una clara muestra del interés y predilección por los temas aquí tratados; por esa razón les agradezco me hagas saber qué otros temas relacionados con la educación quieres escuchar. Solo debes ingresar a la página de contacto, y enviar tus comentarios, ya que a través de este importante intercambio de información me ayudarás a ofrecerte cada vez mejores productos. No es fácil hablar con quien no miras a los ojos; ya que cuando lo haces puedes ver su expresión; observar sus reacciones y analizar cada una de sus respuestas.
Finalizo nuestro tercer episodio con una frase de Mahatma Gandhi: “Cuida tus pensamientos, porque se convertirán en tus palabras. Cuida tus palabras, porque se convertirán en tus actos. Cuida tus actos, porque se convertirán en tus hábitos. Cuida tus hábitos, porque se convertirán en tu destino.”
Te espero en una próxima oportunidad.
Hasta pronto…
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