Todo esfuerzo rinde su fruto; aunque este fruto no se cosecha de manera inmediata. Prueba de ello puedo expresarlo en primera persona, y como experiencia de vida, a través de la asunción de un nuevo e interesante reto. Ya no se trata únicamente de decir: “quiero prepararme para ser”. Se trata de haber llegado hasta donde quería en el área profesional, sin aspiraciones de cargos ni reconocimientos por parte de personas e institución alguna; se trata de la autorrealización para ejercer, para ejecutar y desplegar los conocimientos, habilidades y destrezas adquiridas durante mis años de estudio, en algo que realmente me satisface: la educación.
Aunque parezca ilógico decirlo, apenas he dado un primer paso, ya que el verdadero reto ahora es cuando comienza: se trata de ir recorriendo paso a paso un nuevo camino, con nuevos horizontes, en forma paralela con el camino que hasta ahora he logrado recorrer. Por una parte, aprendiendo y perfeccionando cada día lo que me ha llevado a cumplir los sueños de otras personas a través de las instituciones; y por la otra parte, construyendo las bases para realizar mis propios sueños, a través de un patrimonio propio e independiente, donde habrá un solo responsable de la toma de decisiones lógicas, oportunas y claramente acertadas.
Cuando alcanzamos un objetivo que tiempo atrás veíamos distante, nos invade una vaga idea de incredulidad; aún sabiendo que lo hemos logrado no llegamos a convencernos sino hasta pasado un tiempo en el que comenzamos a despertar de lo que creemos que es un sueño.
Estos objetivos a los que me refiero, están relacionados directamente con el ejercicio de la educación. Cuando tomamos la decisión de estudiar dentro del área de la educación, nuestro objetivo deseado es el ejercicio de esta, en cualquiera de las áreas que hayamos escogido; una vez que adquirimos y desarrollamos conocimientos, habilidades y destrezas como docentes, este objetivo se transforma, y se convierte en un deseo por formar, actualizar y perfeccionar a otros docentes en áreas específicas dentro del proceso educativo.
Llegamos ahora, a una etapa que representa la cúspide de nuestras aspiraciones, a través del máximo grado académico, después de haber pasado por diferentes etapas en el desarrollo de nuestra carrera docente; cuando ya conocemos por cuenta propia lo que significa el ejercicio de la docencia en varias etapas del sistema educativo. En ese momento hacemos un alto, y nos damos cuenta de que nos falta algo por cumplir, y ese algo está conformado por todas y cada una de las partes de esas etapas que ya hemos vivido, y en las que ya hemos adquirido ciertas vivencias y experiencias que dentro de lo amplio e ilimitado que es el conocimiento humano, nos obliga a comenzar de nuevo, pero desde otra perspectiva muy distinta: no se trata únicamente de prepararme para ser, porque considero que estoy preparado; se trata de que ya soy, que puedo aprender más, enseñar, actualizarme, compartir, ejercer, ejecutar y desplegar todo lo que me ha permitido ser quien soy.
Por supuesto, que durante el desarrollo de todo el proceso, el tiempo cobra su buena tajada del pastel; sin embargo, ello no disminuye, sino que aumenta exponencialmente el interés por hacer las cosas mejor y con menos errores que al principio.
En definitiva; en mi caso particular, la voluntad divina me está llevando a reorientar muchas de las actividades que anteriormente realizaba en cada una de las etapas de mi desarrollo personal, y ahora me está indicando un nuevo compromiso, un nuevo objetivo que ya se ha ido materializando; con nuevas funciones, nuevas responsabilidades y nuevos retos autoimpuestos. Esto me trae a la memoria un pensamiento de El Libertador Simón Bolívar que expresa lo siguiente: “para llegar al logro del triunfo, siempre ha sido indispensable pasar por la senda de los sacrificios”.
Si hay algo de lo que puedo estar seguro, por experiencia, es que no hay una edad ni una fecha de caducidad para el aprendizaje; y mucho menos, para la enseñanza. Al igual que ocurre en el campo comercial: mientras haya alguien interesado por comprar, habrá alguien interesado por vender; y mientras haya alguien interesado por aprender, habrá alguien interesado por enseñar, pero lo más importante de esto es que para poder enseñar es necesario aprender, y para aprender necesitamos de alguien que nos enseñe.
A simple vista, ello representa “un círculo vicioso”; pero en realidad, es la clara, e inequívoca representación de la continuidad de las sociedades. No puede existir una sociedad sin educación, ni una educación sin sociedad. Somos seres sociales, gregarios, y nos debemos a una sociedad en la que desarrollamos y cumplimos todas nuestras actividades; una sociedad (cualquiera que sea), en la que damos satisfacción a todas nuestras necesidades, y el aprendizaje es una de esas necesidades, es un derecho; así como la enseñanza es un deber, una obligación. Espero que esta corta, pero interesante reflexión haya sido de utilidad.